Mentir siempre deja huella
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Mentir siempre deja huella
Mentir siempre deja huella
Fuente: Cinco Días
28/04/2004
Es muy difícil coger a los mentirosos, aunque hay sistemas para detectarlos.
'Mentir es como los catarros, los padece todo el mundo'. Con este símil, Miguel Hierro, experto en psicología jurídica, incide en que nadie escapa de la tentación. Pero detrás de una mentira no siempre hay un mentiroso. Éste tiene intención de engañar para obtener algún beneficio. No obstante, se puede estar diciendo una mentira sin ánimo torticero. Simplemente, se está equivocado.
El mentiroso se forma de pequeño. En la infancia se prueba la mentira, se aprende a utilizarla. Estos años son determinantes y si no se enseña que mentir conlleva más riesgos que asumir la responsabilidad de la culpa, el individuo se quedará con la idea de que mentir sale a cuenta y de adulto engañará con frecuencia.
Pero el mentiroso no sólo se hace, también nace. Hay personas que saben mentir mejor que otras, que son más convincentes. 'Miente más quien mejor miente y mejor miente quien miente más', declara Hierro. Quien es capaz de engañar con éxito seguirá practicando la mentira, pues correrá menos riesgo de ser descubierto. Como resalta Hierro, el mentiroso tiene muy desarrolladas las habilidades sociales, es una persona extrovertida. No obstante, corre sus riesgos. 'Muchos han perdido el trabajo, los amigos o incluso la pareja', declara Hierro.
Pero si la mentira es útil ser capaz de detectar a un mentiroso es igualmente útil. Cuando se miente se dejan pistas en tres ámbitos. El primero, en el físico. Aumenta la tasa cardiaca y la respiración (lo detecta el polígrafo), pero también se enrojece y sudan, e incluso tiemblan, las manos.
Un segundo, en gestos de conducta. Aunque si no se conoce a la persona es más difícil, pues cada uno tiene sus propios gestos. No obstante, cuando se miente no se mira a los ojos y se mueven menos las manos y los pies. Se tarda más en contestar y el que miente hace más pausas. Otros indicios, menos fiables, son taparse la boca o tocarse la nariz.
Y en el tercero, en el mensaje que se trasmite durante la mentira. Se dan pocos detalles; si se hace referencia a conversaciones no se repiten citas textuales; no se hacen referencias temporales o espaciales, ni se aportan percepciones sensoriales (olores, ruidos, sabores). Ni se dan detalles de situaciones imprevistas pero secundarias durante la historia. El que miente incluye en la historia la mayor proporción de verdades posibles, intercalando las mentiras.
De todas formas, hay mentiras y mentiras. Están los que preparan la historia, la premeditan, y los que la improvisan para salir de algún aprieto. Estos últimos son más fáciles de detectar.
Engañar a la máquina de la verdad
El polígrafo, o detector de mentiras, es la forma más fiable para coger a un mentiroso. Sin embargo, Miguel Hierro, experto en psicología jurídica, destaca que no es infalible y por ello no está aceptado en los tribunales. 'Puede fallar la máquina o se la puede llegar a engañar', comenta. O el interrogado se pone nervioso.
La máquina de la verdad se limita a detectar alteraciones fisiológicas en la tasa cardiaca, la tasa respiratoria (hiperventilación) y la conductividad de la piel.
Antes de empezar con las preguntas comprometidas, se hacen unas de control (nombre, dirección, sexo, etc.) en las que se presupone la verdad. El polígrafo registra los índices durante estas preguntas y luego se limita a anotar las variaciones de dichos índices.
Una persona hábil podría superar la prueba. La mayoría de los mortales intentaría hacerlo manteniendo la calma cuando miente al polígrafo. Sin embargo, el truco es al contrario: ponerse nervioso durante las preguntas de control. Así, el polígrafo no detecta variaciones cuando realmente se escamotea la verdad.
Indicios y Pistas
Numerosos estudios sobre lenguaje corporal o no verbal relacionan determinados gestos del cuerpo y comportamientos con la mentira. En internet se pueden encontrar muchas referencias de esta conexión. Sin embargo, según Miguel Hierro, sólo se ha demostrado dos casos en los que se pueda afirmar que la conducta denota una mentira.
La mirada. 'Mírame a los ojos y dímelo otra vez'. Quién no ha dicho esto alguna vez. Y lo dice con una base científica detrás. El mentiroso, cuando miente, no suele aguantar la mirada de su interlocutor.
Pies y manos inmóviles. Se reduce el movimiento de los pies y de las manos.
Otros síntomas físicos. Además de los gestos, el cuerpo tiene otras reacciones incontrolables que pueden dar pistas, aunque varían en cada persona. Se trata de un enrojecimiento de la cara, un aumento de la sudoración de las manos y en algunos casos un temblor de las manos o de la mandíbula.
'Mentir es como los catarros, los padece todo el mundo'. Con este símil, Miguel Hierro, experto en psicología jurídica, incide en que nadie escapa de la tentación. Pero detrás de una mentira no siempre hay un mentiroso. Éste tiene intención de engañar para obtener algún beneficio. No obstante, se puede estar diciendo una mentira sin ánimo torticero. Simplemente, se está equivocado.
El mentiroso se forma de pequeño. En la infancia se prueba la mentira, se aprende a utilizarla. Estos años son determinantes y si no se enseña que mentir conlleva más riesgos que asumir la responsabilidad de la culpa, el individuo se quedará con la idea de que mentir sale a cuenta y de adulto engañará con frecuencia.
Pero el mentiroso no sólo se hace, también nace. Hay personas que saben mentir mejor que otras, que son más convincentes. 'Miente más quien mejor miente y mejor miente quien miente más', declara Hierro. Quien es capaz de engañar con éxito seguirá practicando la mentira, pues correrá menos riesgo de ser descubierto. Como resalta Hierro, el mentiroso tiene muy desarrolladas las habilidades sociales, es una persona extrovertida. No obstante, corre sus riesgos. 'Muchos han perdido el trabajo, los amigos o incluso la pareja', declara Hierro.
Pero si la mentira es útil ser capaz de detectar a un mentiroso es igualmente útil. Cuando se miente se dejan pistas en tres ámbitos. El primero, en el físico. Aumenta la tasa cardiaca y la respiración (lo detecta el polígrafo), pero también se enrojece y sudan, e incluso tiemblan, las manos.
Un segundo, en gestos de conducta. Aunque si no se conoce a la persona es más difícil, pues cada uno tiene sus propios gestos. No obstante, cuando se miente no se mira a los ojos y se mueven menos las manos y los pies. Se tarda más en contestar y el que miente hace más pausas. Otros indicios, menos fiables, son taparse la boca o tocarse la nariz.
Y en el tercero, en el mensaje que se trasmite durante la mentira. Se dan pocos detalles; si se hace referencia a conversaciones no se repiten citas textuales; no se hacen referencias temporales o espaciales, ni se aportan percepciones sensoriales (olores, ruidos, sabores). Ni se dan detalles de situaciones imprevistas pero secundarias durante la historia. El que miente incluye en la historia la mayor proporción de verdades posibles, intercalando las mentiras.
De todas formas, hay mentiras y mentiras. Están los que preparan la historia, la premeditan, y los que la improvisan para salir de algún aprieto. Estos últimos son más fáciles de detectar.
Engañar a la máquina de la verdad
El polígrafo, o detector de mentiras, es la forma más fiable para coger a un mentiroso. Sin embargo, Miguel Hierro, experto en psicología jurídica, destaca que no es infalible y por ello no está aceptado en los tribunales. 'Puede fallar la máquina o se la puede llegar a engañar', comenta. O el interrogado se pone nervioso.
La máquina de la verdad se limita a detectar alteraciones fisiológicas en la tasa cardiaca, la tasa respiratoria (hiperventilación) y la conductividad de la piel.
Antes de empezar con las preguntas comprometidas, se hacen unas de control (nombre, dirección, sexo, etc.) en las que se presupone la verdad. El polígrafo registra los índices durante estas preguntas y luego se limita a anotar las variaciones de dichos índices.
Una persona hábil podría superar la prueba. La mayoría de los mortales intentaría hacerlo manteniendo la calma cuando miente al polígrafo. Sin embargo, el truco es al contrario: ponerse nervioso durante las preguntas de control. Así, el polígrafo no detecta variaciones cuando realmente se escamotea la verdad.
Indicios y Pistas
Numerosos estudios sobre lenguaje corporal o no verbal relacionan determinados gestos del cuerpo y comportamientos con la mentira. En internet se pueden encontrar muchas referencias de esta conexión. Sin embargo, según Miguel Hierro, sólo se ha demostrado dos casos en los que se pueda afirmar que la conducta denota una mentira.
La mirada. 'Mírame a los ojos y dímelo otra vez'. Quién no ha dicho esto alguna vez. Y lo dice con una base científica detrás. El mentiroso, cuando miente, no suele aguantar la mirada de su interlocutor.
Pies y manos inmóviles. Se reduce el movimiento de los pies y de las manos.
Otros síntomas físicos. Además de los gestos, el cuerpo tiene otras reacciones incontrolables que pueden dar pistas, aunque varían en cada persona. Se trata de un enrojecimiento de la cara, un aumento de la sudoración de las manos y en algunos casos un temblor de las manos o de la mandíbula.
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